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Ya es posible clonar perros

Hoy en día ya es posible clonar un perro. Cada uno cuesta 100.000 euros y lo lleva a cabo el equipo de un científico de Corea del Sur llamado Hwang Woo-suk. Hace 13 años, Hwang era considerado un héroe nacional en Corea del Sur e iba destinado a ganar el Premio Nobel, pero fue encarcelado por falsear su investigación sobre células madre. Se descubrió que era un farsante y fue condenado. Ahora ha vuelto para clonar perros.



Los perros clonados son como hermanos gemelos que comparten el mismo ADN pero nacidos en momentos distintos. No obstante, los clones no son exactamente iguales, pueden aparecer pequeñas variaciones en el pelaje así cómo pequeñas manchas blancas en algunos puntos del cuerpo. Estas pequeñas diferencias se dan en función de lo que ocurra en el útero de la madre que lleva a cabo la gestación. Cuenta Hwang que “durante la gestación, los embriones pueden verse afectados por algo que la madre haya comido o por las hormonas en su organismo”. Como sucede en la especie humana con los gemelos, tampoco es seguro que vayan a tener un temperamento idéntico; hay que tener en cuenta la interacción con numerosos factores ambientales que influyen en el carácter (ya sea la alimentación o el modo en que ha sido criado).


Este científico de 65 años tiene un origen muy humilde. Su padre cultivaba arroz. Aún así, pudo estudiar en la Universidad Nacional de Seúl y acabó decantándose por la veterinaria para así mejorar la suerte de familias campesinas como la suya.


Sus primeros esfuerzos fueron encaminados a mejorar la calidad de la leche y la carne mediante la manipulación genética de vacas y cerdos. En 1999 se hizo famoso al anunciar que había clonado una vaca. Y, en 2004, la revista Science publicó que había creado con éxito células madre humanas.


Así Hwang, se adelantó a científicos de todo el mundo que llevaban años detrás de un avance de este tipo. En mayo de 2005, Woo-suk publicó otro artículo impactante, dónde describía la creación de 11 “líneas” de células madre producidas a partir de material genético de enfermos con patologías medulares.


Tres meses más tarde presentó a Snuppy, un perro afgano que fue el primer perro clonado de la historia.



En su país, Corea del Sur, los logros de Hwang fueron acogidos de tal manera que el Gobierno creó un laboratorio mundial de células madre, que el propio Woo-suk debía dirigir. Pero sólo unos meses más tarde las cosas se complicaron. El científico reconoció que había usado para sus experimentos óvulos procedentes de dos de las investigadoras que estaban trabajando para él. Se disculpó, pero lo peor llegó cuando uno de sus colaboradores explicó que la mayoría de las líneas celulares eran una falsificación. Después se supo que los dos artículos de Science no eran más que una falsificación de los hechos. Inmediatamente, Woo-suk fue despedido de la universidad y en 2006 empezó un largo proceso judicial. Fue absuelto del delito de estafa pero condenado por quebrantar las leyes de su país que regulan la bioética y por apropiación indebida. Finalmente, el juez suspendió la condena de 18 meses de prisión diciendo que el científico “había hecho gala de sincero arrepentimiento”.


Hoy en día, Hwang sigue diciendo que todo fue un montaje en su contra. Su investigación de las células madres fue un montaje, pero Snuppy, el perro clonado, era real.


Teniendo en cuenta que las perreras en nuestro país se encuentran masificadas y que en otros lugares se siguen sacrificando incontables perros sin dueño, el hecho de pensar que hay personas capaces de gastarse sumas considerables de dinero para traer más perros al mundo, resulta inmoral. Un ejemplo son los 49 clones de Miracle Milly, la perra más pequeña del mundo de la raza chihuahua, que al nacer pesan 30 gramos y de adultos no superan el medio kg y una estatura de 10 cm. En todo el mundo, millonarios, como es el caso de Barbra Streisand, han reconocido públicamente que han recurrido a los científicos para que lleven a cabo la clonación de su mascota fallecida.


Además, cabe decir que las perras subrogadas sufren, ya que son sometidas a tres cirugías consecutivas: para extraer los ovarios, para reimplantarlos y para hacerles una cesárea. El procedimiento es el siguiente: se coge un ovario de una perra seleccionada como madre subrogada y se extirpa su núcleo. A continuación se inserta una célula del animal muerto, con su ADN, en este ovario vacío. Una minúscula descarga eléctrica los fusiona y vuelven a ser implantados en el útero de la perra subrogada. Sesenta días más tarde, si todo va bien, nace un cachorro.


Después de saber todo esto, la siguiente pregunta que nos hacemos es hasta dónde llegará la ciencia y qué permitirá nuestra ética en un futuro. ¿Los padres que han perdido a sus hijos, tienen derecho a clonarlos? ¿Y las personas que han perdido a sus padres? ¿O a sus amigos?. Hwang admite que le llegan solicitudes de clonación humana pero que es contrario a esta clase de peticiones. Está claro que si en algún momento se dejan de seguir estos principios éticos, los avances tecnológicos pueden escaparse de las manos y llegar a hacer “locuras” que estoy segura, serían financiadas por muchísimas personas con dinero que han perdido a un ser querido.


Por este motivo debemos preguntarnos: ¿Hasta dónde hay que llegar y dónde está la delgada línea entre lo que se considera moral y lo que no?

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