Insuficiencia renal crónica en gatos
Quien haya tenido gatos longevos, en un porcentaje muy elevado habrá oído hablar o incluso habrá padecido en su propio gato lo que significa esta enfermedad y lo que conlleva. Cuando trato de explicar esta enfermedad a un propietario pienso en la esperanza y tipo de vida de un gato hace 40-50 años y la de un gato en nuestros tiempos. Y sin tener una base científica que confirme mi suposición, creo que los riñones de nuestros compañeros felinos están programados para funcionar una serie de años, que con los cuidados humanos y la labor de los veterinarios, hemos superado con creces. ¡Hoy en día visito gatos de 20 años!, que hace años dudo que pudieran alcanzar esa cifra ya que las peleas, atropellos y avatares de la vida les impedían llegar a esta edad.
La IRC es la patología renal más frecuente en el gato y su principal causa de muerte. Se calcula que 1 de cada 5 gatos mayores de 15 años padecen esta enfermedad. Puede afectar a gatos de cualquier edad pero sobretodo a gatos adultos y de edad avanzada. Se trata de un daño renal, prolongado e irreversible, que dificulta su capacidad de filtrar y eliminar los productos de deshecho de la sangre. Los síntomas aparecen cuando el fallo renal ya es avanzado (de dos tercios a tres cuartas partes del tejido funcional de ambos riñones no funcionan con normalidad).
En este momento es cuando las consecuencias del fallo renal generan síntomas que empiezan a ser evidentes para el propietario. Algunos de ellos pueden ser: deshidratación, a pesar de una mayor ingesta de agua, mayor cantidad de orina (debido a su incapacidad de concentrarla), vómitos más o menos frecuentes, dejan de lavarse por lo que su pelo es áspero y con mal aspecto, falta de apetito, pérdida de peso, letargia y decaimiento... Además, uno de los productos de desecho que no se metaboliza correctamente y aumenta en su concentración en sangre es la urea. Ésta es irritante y produce úlceras en la mucosa oral y/o estómago, lo que muchas veces complica la falta de apetito con dolor y halitosis (mal aliento).
Las causas de la IRC muchas veces son desconocidas pero en algunos casos sí se llegan a conocer. Algunas de ellas son infecciones bacterianas crónicas (pielonefritis), neoplasias como el linfoma o linfosarcoma renal, riñones poliquísticos (enfermedad hereditaria que afecta a los gatos persas, exóticos y sus cruces), defectos del desarrollo renal desde el nacimiento, tóxicos que producen daño renal, inflamación renal persistente o glomerulonefritis.
Los riñones realizan una gran variedad de funciones primordiales como la eliminación de toxinas y sustancias de desecho de la sangre y del metabolismo del organismo, mantienen el equilibrio de agua y electrolitos y producen la orina. También la concentran para devolver agua al organismo y así prevenir la deshidratación. Otras funciones propias de los riñones son mantener el equilibrio electrolítico (sodio, potasio, calcio, fósforo…) en sangre, controlar la presión arterial y regular el contenido ácido de la sangre. También son responsables de la producción de la hormona eritropoyetina, que estimula la producción de glóbulos rojos por la médula ósea.
Se trata de una enfermedad progresiva y degenerativa e independientemente del tratamiento esta progresión hará que los síntomas sean más evidentes con el paso del tiempo.
El tratamiento de la enfermedad, si existe una causa conocida como una infección bacteriana crónica, pasará por un eficaz tratamiento de dicha infección. En el caso de desconocimiento de la causa, se tratarán los síntomas. En casos graves se necesitará una fluidoterapia intravenosa para corregir la deshidratación y las anomalías electrolíticas. Tratamiento del dolor en caso de úlceras estomacales o bucales. En todos los casos el tratamiento irá enfocado a mantener la función renal y minimizar las consecuencias del fallo renal.
En ocasiones es aconsejable modificar la dieta del gato facilitando pienso seco o comida húmeda con bajo contenido en proteína y fósforo, que ayudarán a la funcionalidad renal. Las dietas hipoproteicas son menos apetitosas y si es un gato que come poco es preferible que continúe con su dieta habitual a que deje de comer. A veces se puede conseguir que coman una dieta baja en proteínas y fósforo, ofreciéndoles diferentes variedades, calentando la comida y mezclando esta dieta con su comida habitual durante un tiempo.
También está indicado el uso de medicamentos tipo IECA o quelantes de fósforo, dependiendo del estadio de la enfermedad y de si hay o no hiperfosfatemia sanguínea. En cualquier caso el pronóstico dependerá de cada gato, siendo la evolución y los síntomas los determinantes de la calidad de vida del individuo. El ritmo de la progresión de la enfermedad renal variará considerablemente en cada caso y un tratamiento y cuidados adecuados podrán mejorar la calidad de vida y al mismo tiempo ralentizar la progresión inevitable de la enfermedad.