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La gran aportación de los perros de asistencia

Los perros de asistencia son necesarios y en algunos casos imprescindibles para el apoyo y la mejora de la autonomía de personas discapacitadas. Estos perros se entrenan durante un período de 8 a 10 meses. Posteriormente pasan por una fase de acoplamiento junto con su futuro compañero de vida, por lo que su aprendizaje dura aproximadamente un año.




Las razas más habituales son Labrador Retriever y Golden Retriever por su carácter dócil, amigable y paciente. Se trata de perros cuyas habilidades pueden ser muy variadas y adaptadas a las necesidades de cada caso. Por ejemplo, ayudan a invidentes, a personas con discapacidad física a coger objetos del suelo, a abrir puertas, cajones, a encender/apagar interruptores de luz, a tirar de una silla, ayudan a desvestirse, asisten en caso de caídas, sortean o ayudan a bajar o subir bordillos, advierten a personas con discapacidad auditiva, mejoran las relaciones sociales y disminuyen la ansiedad en niños con autismo. Estas son algunas de sus habilidades, pero sus labores más importantes son las de hacer compañía, proporcionar seguridad y apoyo, y hacer más alegre la vida de su dueño.


En el caso de la ayuda a la terapia de niños con autismo, todo ello se consigue a través de un entrenamiento exhaustivo para proporcionar al niño y a sus padres una mejor calidad de vida. El perro en este caso es entrenado para evitar que el niño salga corriendo en plena calle y pueda ser víctima de un accidente de tráfico (con técnicas de control y anclaje). También marca los bordillos y mejora la calidad del sueño del niño, ya que el perro es entrenado para dormir a los pies de su cama y poder calmarlo en caso de necesidad (trabajando la relajación del perro en el suelo). La presión del cuerpo del perro sobre el niño, la respiración y la temperatura corporal del perro (siempre más elevada que la de una persona adulta), tienden a reducir la activación fisiológica.


Además el perro ayudará al niño a mejorar la intención comunicativa y la conducta verbal. El perro es un refuerzo positivo en cualquier tipo de comunicación y su manera de comunicarse es clara y sin excesivas demandas. Por todo ello, es importante en casos de autismo (sea del grado que sea) plantearse la ayuda de terapia asistencial con perros de servicio, que además de personalizar el servicio, suelen incluir entrenamiento para los padres del niño.


Otro caso donde los perros de asistencia son de gran ayuda es el de enfermos diabéticos. Se trata de perros entrenados para detectar situaciones de hipoglucemia en su dueño. El término hipoglucemia hace referencia a una concentración baja de glucosa en sangre. Estas bajadas de glucosa pueden tener consecuencias graves (como pérdida de conocimiento, desmayos y si se alarga en el tiempo coma e incluso la muerte). Si un niño padece varios shocks insulínicos a una edad temprana, estos pueden afectar al desarrollo cerebral. Cuando el perro olfativamente detecta una situación de hipoglucemia en su dueño, ladra de forma continuada hasta que la situación se restablece. De esta manera alerta a los familiares/cuidadores antes de que el shock insulínico sea evidente a simple vista. Para entrenar a los perros en esta práctica se usa el refuerzo positivo. Es decir, cuando el perro ladra en la situación de hipoglucemia, es premiado para que la reacción se repita cada vez que suceda y se mantenga en el tiempo.


Estos son algunos ejemplos en los que los perros de asistencia son de gran ayuda y utilidad. Pero se podría extrapolar a multitud de enfermedades que requieran de una reacción rápida en situaciones de alerta. Algunas de estas son enfermedades que causan convulsiones o signos epilépticos, discapacidad física y psíquica, demencia senil, alzheimer y todo tipo de enfermedades degenerativas que supongan una limitación motora o cognitiva de cualquier tipo. Es por esto, y por muchos otros motivos, que siempre hemos considerado al perro el mejor amigo de hombre.

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